Hay demasiados versos en el mundo. Como el canalla que engendra y abandona, echo a andar otro atajo aunque nadie lo exija ni lo espere. Los veo formarse indefensos y salir en busca de alguien que los resguarde. La immensa mayoria les da la espalda. Cuando ellos se acercan las personas desvian la mirada y hacen como si los versos no existieran. En su desamparo los versos se drogan, aspirando la Nada y se quedan inertes en la esquina. Algunos se dan valor para entrar en lugares públicos.
Tampoco allí los toman en cuenta y el personal los expulsa de mala manera.
Entonces suben los vagones de Metro y intentan pregonar su mercancia entre la hostilidad, el desespero, o cuando menos de indiferencia de los pasajeros. No les queda más remedio que entrar en las casas cuando nadie los ve y tratar de abrirse camino en los ojos, el oído y la mente de quienes no los han invadido.
Como no vivirte agradecido, si tu los recoges por un instante y los vuelves parte de tu voz interior, de tu respiración y el rítmico fluir de tu sangre? Al menos por esa noche los versos de la calle, los hijos de la inconsciência y la intemperie, estan a salvo. Mañana quien sabe. Solo hay algo seguro: dentro de poco ellos también se habrán evaporados. Nuevas legiones atestarán las ciudades.
José Emílio Pacheco, poeta, romancista e ensaísta mexicano. (1939- )
gran punto de vista!!! gracias por compartirlo.
ResponderExcluirun abrazo
Belo!
ResponderExcluirVou traduzir no google.
Beijos!